¡Revolución Sí, golpe militar, No!

Granma.
1/1/2004
En los primeros días del mes de noviembre de 1958 hace 45 años el Comandante en Jefe Fidel Castro ordena la movilización de la Columna No. 1 José Martí, levantando el campamento de La Plata, situado estratégicamente dentro del macizo montañoso de la Sierra Maestra, lugar donde se libró la primera acción victoriosa de la incipiente guerrilla en enero de 1957, y en el cual radicó luego la Comandancia General del Ejército Rebelde.
El Comandante en Jefe Fidel Castro durante su alocución a través de Radio Rebelde, en Palma Soriano, el 1ro. de Enero de 1959. A su lado, el capitán Jorge Enrique Mendoza uno de los locutores de la voz de la Sierra Maestra.
Este importante desplazamiento militar de la Columna No. 1, bajo la dirección personal de Fidel, constituyó un hecho de significación histórica en la trayectoria del Ejército Rebelde contra la dictadura batistiana. De todo aquel recorrido, que hoy recuerdo, apoyado por notas que fueron tomadas en esos momentos, por razones comprensibles, solo haremos el señalamiento del lugar o alguna referencia necesaria, pues cada una constituye, por su importancia, un lugar destacado de especial estudio del paso de aquel importante contingente guerrillero por el Campamento de Providencia, La Estrella, Macanacu, Las Minas de Bueycito, San Pablo de Yao, Las Peñas... hasta llegar a las Cuevas de Santa Bárbara, en las inmediaciones de Guisa.
Guisa me envuelve en un tropel de recuerdos: la voladura del puente en el camino del Corojo, los intensos y continuos bombardeos; las Mariana Grajales; los incontables refuerzos enviados de La Granja de Bayamo; la tanqueta; Braulio Coroneaux; su ametralladora ¡que la hacia cantar!... pero, sobre todo, Fidel, su genio militar; su estrategia y su ejemplo.
La Batalla de Guisa constituyó una de las victorias más relevantes del Ejército Rebelde, tanto desde el punto de vista militar como político. El enfrentamiento contra un ejército superior numéricamente en hombres, artillería, tanques y aviones, a las puertas de la segunda fortaleza de Oriente, transcurre desde el 20 al 30 de noviembre. Luego de aquella importante victoria no se detiene la marcha arrolladora y utilizando, por primera vez, los camiones y yipis dejados abandonados por el ejército batistiano, nos dirigimos a las Minas de Charco Redondo, que se conver-tiría en especie de capital rebelde y a menos de dos leguas de distancia, Fidel instalaría su puesto de mando en un lugar llamado La Rinconada, donde tiene lugar el encuentro del Comandante en Jefe con el Comandante Raúl Castro, luego de la salida de este para crear el II Frente Oriental. Desde este puesto de mando, se dirigió el posterior desarrollo de la ofensiva arrolladora sobre Jiguaní, Santa Rita, Baire, Contramaestre, (aunque se continuaba peleando en el edificio del BANFAIC de Maffo), todas esas zonas liberadas por el Ejército Rebelde a lo largo de la Carretera Central constituían territorio libre de Cuba. Días después, Palma Soriano se rendía a las armas rebeldes.
Solo faltaba avanzar sobre Santiago de Cuba, cercado por un anillo, por el I, II y III Frentes. El día 30 de diciembre junto al Comandante Fidel Castro, llevamos a cabo un recorrido y al anochecer, en el Central Palma, el Jefe de la Revolución partió para el Central América, cerca de Contramaestre, donde hacía unos días había instalado la Comandancia General.
Cumpliendo sus orientaciones, continuamos hacia Palma Soriano. El 31 de diciembre, luego de un día de duro bregar, decidimos junto a un grupo de compañeros, dormir en un lugar llamado La Cuchilla, a la salida de Palma Soriano, en las inmediaciones del río Cauto.
Al amanecer del día 1ro. de enero, me despertó el teniente auditor Apeles Méndez comunicándome que se había escuchado a través de algunas estaciones de radio, que Batista había abandonado el país, y junto a un gran número de noticias, se anunciaba una importante reunión, en el Campamento Militar de Columbia, agregando que se había convocado a los periodistas.
Al ponerme de pie, aún soñoliento, sentí que todos en aquella casa hablaban al mismo tiempo; alguien sugirió, por la cercanía del lugar, ir adonde se encontraba el presidente provisional Manuel Urrutia para conocer si tenía algunas noticias.
Sin pensarlo dos veces manifesté... ¡Lo que hay que hacer es no perder un instante y partir para el Central América donde está Fidel! Todos comparten ese criterio. Monté en un yipi Toyota que traíamos desde Charco Redondo. Al timón, el entonces teniente Roberto Paradela (¹), los capitanes Felipe Guerra Matos y Omar Fernández (²), así como también se incorporan las compañeras Acacia y Griselda Sánchez, hermanas de Celia, y aquel yipi, más que correr, volaba para cortar la distancia que nos separaba del Jefe de la Revolución.
Al llegar al batey del Central América todo es agitación. Aparecen nuevas noticias. Se anuncia que el general Cantillo asume la jefatura del ejército; un desconocido magistrado del Tribunal Supremo, doctor Carlos M. Piedra, la Presidencia de la República... y Batista había huido a Santo Domingo.
Todos en el batey esperábamos las instrucciones del Comandante en Jefe. De pronto sale de una de las casas y desde el portal expresa en voz alta: Es una cobarde traición... una traición... pretenden escamotearle el triunfo a la Revolución.
Con pleno dominio de la situación ordenó: Hay que atacar Santiago. Que Pedrito Miret saque el tanque de Maffo y salga para Santiago. Que la tropa que está en Palma y Contramaestre se sitúe en El Cobre. Que llamen a los Comandantes de Santiago. Finalmente expresó: Que alguien se adelante a Palma y llegue a la planta móvil de Radio Rebelde para que la tengan dispuesta... Recuerdo aquel momento con emoción. Al terminar de impartir estas instrucciones, Fidel se apoyó en una mesita y tomando una pequeña libreta de notas comienza a escribir... tal vez diez o quince minutos, no más. De este modo termina aquel documento de importancia decisiva que con su gran visión política logra fijar la verdadera posición de la Revolución en ese momento crucial, Instrucciones a todos los Comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo. Sintetizo:
¡Revolución, SÍ; golpe militar, NO!...
El pueblo y muy especialmente los trabajadores de toda la República deben estar atentos a Radio Rebelde, y prepararse urgentemente en todos los centros de trabajo para la huelga general, para iniciarla apenas se reciba la orden, si fuese necesario, para contrarrestar cualquier intento de golpe contrarrevolucionario.
¡Más unidos y firmes que nunca deben estar el pueblo y el Ejército Rebelde para no dejarse arrebatar la victoria que ha costado tanta sangre!
Este documento lo leyó Fidel a los compañeros reunidos en el batey del Central América firme y vibrante tal como lo escucharía después el pueblo de Cuba.
A todos se nos hizo un nudo en la garganta. La inolvidable Celia Sánchez nos indicó a un grupo de compañeros, entre los que recuerdo a los comandantes Paco Cabrera, Calixto García, Luis Crespo, Aldo Santamaría y Luis Borges, acercarnos hacia donde estaba el líder de la Revolución... expresándonos: No se debe hacer alto al fuego. Vamos todos hacia Palma. Ordenadamente salimos en una pequeña caravana encabezada por el Comandante en Jefe desde el Central América por la Carretera Central hacia Palma Soriano. Nos dirigimos directamente hacia Radio Rebelde, donde se transmitiría la histórica alocución. A continuación de esta, di a conocer el respaldo del estudiantado, de pleno apoyo a las orientaciones transmitidas, en nombre de la Federación Estudiantil Universitaria... Los estudiantes y el pueblo más unidos que nunca al Ejército Rebelde hasta lograr la victoria definitiva de la Revolución cubana... La Revolución no ha terminado. El golpe de Estado es una traición a la Revolución.
Todo ocurre como una sucesión de imágenes: Fidel se multiplica. El cerco del Ejército Rebelde se estrecha aún más sobre Santiago. Pronto aparecen señales de negociaciones. En un espectacular encuentro en las lomas del Escandel, se confunden los uniformes verde olivo con los kakis amarillos, oficiales del ejército de Batista que cubrían sus brazos con el brazalete negro y rojo del 26 de Julio... y en medio de una gran expectación, el coronel Rego Rubido rinde la plaza.
Aquel victorioso Ejército Rebelde no tenía uniformidad en su raída vestimenta; los más dispares sombreros cubrían sus cabezas. No existían ni entorchados ni oropeles. Pero había algo que los identificaba: sus ideales y sus barbas ¡eran los barbudos de Fidel! Traían sus armas bien apretadas a sus manos. También distintas, pues la mayoría había sido arrebatada al enemigo ¡ahora eran las armas del pueblo!... del obrero, del campesino, del estudiante... Hombres y mujeres que, rompiendo esquemas, habían ganado la guerra contra un poderoso ejército profesional, equipado y asesorado por los Estados Unidos.
Cuando comenzamos a bajar aquellas lomas en larga fila, hacia Santiago de Cuba junto al líder de la Revolución, se me agolpaban los recuerdos: los caídos... El hacer realidad nuestras aspiraciones de lucha, el legado martiano, sin dependencias ni ataduras... y al acercarnos, oscureciendo, a las cien veces heroica tierra de los Maceo, cuna de las revoluciones y del Moncada, veíamos renacer de entre la sombra una luz... era la luz de la esperanza.
Entraba el Ejército Rebelde y su Comandante en Jefe a la legendaria e indómita ciudad de Santiago de Cuba. Allí, desde los balcones del Ayuntamiento, Fidel anunciaría su marcha hacia La Habana. ¡Habíamos terminado una etapa... había triunfado la Revolución... una verdadera Revolución! Era el 1ro. de Enero de 1959.
(1) Coronel retirado de las FAR.
(2) Este último, recientemente llegado del IVFrente, de la Columna 32 José A. Echeverría.
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